Buenas noches!! En esta ocasión les traigo un nuevo cuento para leer, se trata de un objeto muy preciado capaz de hacer que cada instante único e irrepetible de nuestras vidas quede plasmado para toda una eternidad. Seguramente ya sepan de qué estoy hablando, pero mi intención con esta breve narración es mostrar la magia oculta y la materia infinita que hay detrás de ese caparazón metálico y ese ojo cristalino que todo lo ve. Espero que lo disfruten, hasta la próxima publicación lectores!!
Cada mañana al despertar su pequeño ojo avizor me observa con cuidado, siento que a través de él puedo intuir que esconde su alma, sé que ha presenciado momentos inolvidables que quedarán por siempre plasmados en su memoria, algunos más agradables que otros. A simple vista su belleza me deslumbra, ansío sostener en mis manos aquella caja de pandora llena de sorpresas.Ahora la miro más de cerca y me pregunto cómo será por dentro realmente, cuál será su esencia más pura. No sé si atreverme, tengo miedo de romper su corazón y no poder componerlo. Mejor no lo pienso dos veces y me animo, el que no arriesga no gana me ha dicho siempre mi padre.Comienzo por sus capas superficiales y voy descubriendo su interior, tornillo por tornillo desarticulo ese trozo de vida ingeniosamente diseñado por el hombre.Una vez desenmascarado este misterio, me sumerjo en un nuevo mundo electrónico, un laberinto verde de circuitos infinitos. Debo confesar que me siento un poco pérdida, casi como Alicia en aquel cuento donde se pierde en un país de ensueños. Me parece fascinante creer que haya tantos materiales de diferente forma, color y textura unidos formando semejante magnificencia capaz de frenar el tiempo en un fragmento de segundo.Me hipnotiza su iris ocular, con una peculiar forma pentagonal en su interior formando un remolino que controla celosamente la entrada de los rayos solares. Cientos de finos hilos de cobre como vasos sanguíneos dan vida a ese espejo mágico en el que todo se refleja.De repente, siento un sobresalto, una chispa de alegría súbita desde el centro de su corazón, que me transmite un soplo de energía antes de su latido final. Me ha abandonado de forma casi imprevisible, dejándome como único legado una especie de poder energético, descargando su última gota de vitalidad. Debo decir, después de todo, que aunque mi precaria indagación quirúrgica falló y finalmente perdí al paciente, al menos tuve la dicha de conocer su alma, tan simple y compleja a la vez, tan inconmensurable, tan parecida a nuestra alma.